lunes, 31 de diciembre de 2018

Verano en Cabo Palos





Mis primeros pasos en un cuento
de aventuras, amor, amistad,
barcos y estrellas.

Infancia en un parque,
columpios de hierro y arena,
donde te vi por vez primera,
controlando mi respiración,
risa escondida entre los dientes,
saltando de roca en roca sobre el espigón.

Aparecen sobre la reposada agua del puerto
reflejos de luces de verbena,
peces y cangrejos se asoman curiosos
para no perderse el espectáculo.
Suena la música, se vacían las sillas blancas
y los niños corren hacia los altavoces.
-No hay nada como sentir retumbar el suelo.-

-Miento, quizá saltar sobre una ola inmensa
que te devora y te escupe sobre la arena.-

En esa playa nos quedamos a remojo
 contemplando atardeceres,
cubiertos de lluvia, de espuma y recuerdos,
lanzando piedras, órdagos, miradas al infinito de sus ojos.
 Nos jugamos la adolescencia a ciegas,
sin miedo porque estábamos juntos,
crecimos juntos
vencimos juntos.

Trasnochando
sin hielos y con media botella de ron en el cuerpo,
nos entregábamos al inevitable zoco.
De regreso, faltaban horas para subir al faro
 y sobre la piedra perdernos en el firmamento.

Ávida juventud,
exprimes cada instante para hacerlo eterno,
para grabarlo en la memoria, imperdible en el olvido,
aún puedo rozarte.

La fragancia del galán de noche
me despierta en tus barrancos,
en tus cuevas y tu Galera,
en tus dunas rotas, la bocana y cabomanga,
sobre la bici, Magdalena y varadero,
y sobre mis pies siento la oscura roca del cañonero.


Me desvelo en ti,
regreso a ti cada madrugada,
porque fuiste mi cuna y mi regazo,
mis noches de luna llena y mi maestra,
mi tesoro escondido, mi luz entre la niebla.

Lo que hemos vivido permanecerá,
pues nos dimos todo.
Fuimos amantes,
salvajes e ingenuos,
juntos creamos un sueño.   


SANTIAGO DE HEVIA

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