La
modernidad no le impidió ser clásica,
revolucionaria
por aquel entonces,
pluma
entre herrajes fundidos y plásticos hundidos,
tormenta
de palabras desdibujadas.
Vagaba
de conquista en conquista,
de
estrella a estrella,
a
la deriva,
sin
rumbo pero despierta.
Piel
coraza de dragón con polvo de hada,
incansable,
asustada, decidida.
Hace
soñar con un beso y temblar con una mirada.
Hace
volar con la risa y tropezar con su figura.
Donde
no es más dulce su voz que su silencio.
Donde
no es más delicada la serpiente que su curiosidad.
Amiga,
alma, musa,
sigue
robando mis pasos y mi aliento con prisa,
como
la ola es engullida por la arena.
Sigue
incendiando reflejos de locura, de genialidad,
como
el poeta escribiendo unos versos,
como
Dios viéndote despertar.
Santiago de Hevia
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