jueves, 19 de enero de 2012

firmado firmamento




Viven en la noche infinita como lágrimas de algún dios triste al que ya no dejan jugar, como sueños atrapados en ojos de maniquí tras el inmenso cristal de un escaparate en rebajas. Hay tantas como granos de arena en el desierto, sería una hermosa locura tratar de contarlas todas, y aunque a simple vista parezcan iguales, la otra cara de su moneda es diferente de cualquiera, única, majestuosamente irrepetible, perfecta. La oscuridad las envuelve protegiéndolas del miedo, el dolor y el pecado, y les concedió una belleza que muchos confundirán con divinidades, pero que a su vez ese talento se convertiría en maldición. Al poseer tanto esplendor, tanta magnificencia, no sedujeron sólo a dioses y mortales, sino a su propio Ego. ¿Quién se podría resistir a ser joven y hermosa eternamente? Y las cautivó su propia lumbre alimentando cada vez más su vanidad,… ¿qué habría más bello en el mundo que ser la propia belleza? Pensaban mientras titilaban de orgullo.

A pesar de que se les entregara el don de la belleza, sus ansias no bastaban, pues cuando se es bella, no sólo quieres serlo, también quieres ser más bella que el resto. En ocasiones esto puede transformarse en tristeza e inundar de llanto las calles grises y resbaladizas, y ningún paraguas podrá lograr protegerte de la lluvia que ya se contagió en tu corazón. Otras veces es más fuerte la rabia, cargada de celos y rayos que emana la propia energía de su hermosura. Pero no haré crítica ni alarde de esto, ellas irradian en su propia inocencia bañada de ingenuidad, no son culpables sino victimas elegidas de entre los cuerpos celestes para guardar a jóvenes parejas que hacen el amor sobre la curvatura de la tierra. Brillarás, te envidiarán como nadie ha amado jamás, pero tu vida se reducirá a los demás, a deseos que no se cumplirán, a ser un espejismo en la noche que se desvanece como humo de vela de una iglesia abandonada.

La inseguridad de la soledad les hizo agolparse en forma de constelaciones, como si fuesen familia, algunas más ricas, otras más pobres, y de cada una de ellas aflora nuestra historia. Pues nuestros protagonistas son dos jóvenes astros enamorados que pertenecen a familias muy distintas. Cada cual va por caminos de vaho y polvo diferente, pero una oscura noche por un peligroso juego de azar se alinearon los planetas y así pudieron conocerse por primera vez, y así ahora puedo tener yo algo que contar. Cada 1000 años se encontraban en la misma noche de siempre, y ocultos bajo la sombra de un eclipse, que provocaban ellos mismos al unir sus ardientes cuerpos desnudos, se amaban hasta el amanecer. El joven Erídano, que así es como se llama nuestro héroe, se deshidrataba a besos mientras sus descontroladas manos acariciaban el cuerpo de la hermosa Altair, recorriendo cada recoveco lleno de vida, lleno de luz bañada por un manantial casi sagrado, como si toda su vida hubiese pasado sed y cada noche al verla bebiese de su amor. Sus dedos dibujaban el contorno de su figura, rozándole el desfiladero de su tenue cuello descansado y sus senos de plata francesa, mientras acunaba a sus sueños en su vientre y sus caderas, y sus ojos se embriagaban hipnotizados por el 90 60 90 del perfil de sus labios sonrosados, fulgurantes como diamantes pero delicados como cristal bohemio.

Era una unión tan grande e intensa que la fuerza de sus suspiros rozaba la nova, y envido todo a que seguramente la creación del universo germinó del amor desesperado de dos jóvenes estrellas. Y como la espera vuelve loco al olvido, nuestros amantes Erídano y Altair, decidieron convertirse en fugaces fugitivos, a pesar de perder en sólo un instante el don de la belleza, para amarse recorriendo un universo escrito para ellos. En su huida cruzando el firmamento, su brillo se irá apagando dulcemente, y jóvenes soñadores contemplaran su estela desde la tierra deseándoles suerte. Morirán, pero sin duda alguna habrán amado, y no hallo destino más bello que este.

Dedicado a todas las estrellas…

Firmado: Firmamento.




SANTIAGO DE HEVIA

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