viernes, 10 de octubre de 2014

Sin Frenos


El reloj del amanecer me muerde de frío y me despierto sobresaltado con el disparo de esta carrera sin sentido. Pero hoy no quiero correr, no quiero luchar para llegar primero, no soporto las medallas ni los aplausos, he comprendido que la soledad en la meta es mucho más grande, que nadie te espera al final del camino y descubres que todas las miradas en realidad no son mas que un simple decorado. Ahora me tumbaría al sol, o a la sombra, no me importa, pero quiero quedarme mirando al cielo y sentir la tierra y al universo girar, no quiero tener miedo de mis recuerdos, quiero sonreír, creer en la esperanza de que todo puede cambiar, y dejar atrás al río de gente fluyendo, a los semáforos y a los ecos urgentes.
 
Dicen que nada se detiene, que la vida no te espera, pero yo creo que somos nosotros los que no la esperamos a ella, vamos tan ciegos persiguiendo nuestras propias sombras que hemos olvidado mirar a nuestro alrededor, perdiéndonos que lo hermoso en la vida no es hallar una respuesta sino formular la pregunta. Estoy cansado de sentir que ya está mi día programado, de que el horario me diga cuando puedo beber, cuando puedo follar o cuando soñar, de calendarios que no les importa si ayer será igual que mañana. No entiendo como dejamos de vivir nuestras vidas para seguir la de otros, ¿Desde cuando los atardeceres son más bellos vistos a través de una pantalla? ¿Cuándo aprendimos a llorar por películas que fingen historias de amor, y en cambio el orgullo nos invade cuando amamos a alguien de verdad?
 
La vorágine de ruido en la que estamos inmersos me produce nauseas, como si mil máquinas de construcción estuviesen intentando fabricar productos iguales sin descanso, sin alma. Necesito vomitar toda la mierda que me han metido, todas las ideas, todas las creencias, todas las promesas rotas, vaciarme de todo recuerdo y beber un litro de agua bien fría. Quiero sentarme y ver el autobús nº 3 pasar quince veces, que la ciudad cuelgue el cartel de cerrado por derribo, y que las estaciones me desgasten los huesos. No quiero besos de buenas noches, esperar a mañana o pintar mi futuro con los colores de la sensatez. Quiero olvidarme del tiempo, darte mi aliento esta noche hasta morir, y que la cometa se escape por las nubes y no regrese, quiero ver a la semilla hacerse árbol, a ti niña hacerte mujer, y no cubrirle mas horizontes a mis ojos.
 
Voy a saltar de este tren sin frenos, y mientras lo veo alejarse la brisa me arrancará una sonrisa, y el silencio cien lágrimas de felicidad. Que hermoso se vuelve todo cuando sabes frenar y contemplas el misterio de la vida, embriagándote de amnesia de anuncios, de cánones, y de lo que te ha intentado definir diciéndote quién eres o cómo debes ser. Que hermoso y sencillo cuando se disipa todo ese ruido, todos esos gritos, y consigues escuchar a la tierra respirar, cuando logras ser parte de ella, cuando la pasión es tu pecado y tu salvación, y tu única guía son las estrellas del camino y las olas del mar. 
 
SANTIAGO DE HEVIA

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