domingo, 27 de enero de 2019

Perdona si te idealizo





Perdona si te idealizo,
perdona por ver dentro de ti,
por llegar hasta donde otros no ven,
hasta donde tú no te ves.

Y no es un mérito que merezca.
Contemplarte, imaginarte durante horas es lo que tiene,
que ves lo que esconde una mirada,
tu silencio, un suspiro y un quizá.

Idealizarte no fue inventarte,
fue amar aquello que no muestras a los demás;
tu caja de recuerdos, tus heridas,
cada lágrima que se ha secado,
cada vela que has apagado,
el eco de tu risa, tu sudor…

Ahora que ha llovido tus huellas permanecen,
porque tu recuerdo me basta;
la sombra de un beso que dura cien años,
tu presencia perdida entre la multitud.

Agoté mis últimas reservas
y ya no queda sitio para nadie.
Como el que sabe que si llega a la cumbre
no volverá a bajar.
Fue amar o morir.

¿Qué me espera allá abajo?
¿una nueva vida? ¿un nuevo comienzo?
Nada vale lo que esta vista,
ni un millón de vidas sin ti.

El frío va entumeciendo mis extremidades,
pero no me preocupa, mereció la pena.
Incluso ahora, cubierto de nieve y hielo,
la vista es aún más hermosa,
el último atardecer, la última sonrisa.

Asumo mi derrota, me has vencido,
pero no siento que haya perdido
pues me llevo infinitos recuerdos;
tu mano junto a la mía,
tus pupilas y tu voz.

Fuiste una dama
en un mundo resquebrajado,
dura bajo los rayos del sol,
tierna con la luna.

Cuando sabes que has vivido y que has amado,
el miedo a la muerte se desvanece,
y en su lugar queda un destello de felicidad,
un remanso de paz,
mis dedos rozando tu cabello.

La luz del frontal se pierde entre las estrellas.
¡Por fin solos! El viento ha cesado,
te veo en cada respiración, lenta y pausada.

Ha merecido la pena. Susurro   

Y tu ausencia me abraza arrastrándome a un sueño
donde pueda idealizarte de nuevo.




SANTIAGO DE HEVIA 

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