Entre muros de miradas
al infinito y silencio creció en el olvido, en una tierra no muy lejana, tan
igual, que el tacto de la arena llena de escombros calienta la palma de tus
manos. Con el rostro embarrado y una sonrisa vacía de sentido casi como una mueca,
camina en busca de su pasado, de sus recuerdos que se desvanecieron con sus sueños
y su voz. Miles de corazones partidos revuelven los patios de recreo, mientras las
risas adolescentes se escapan de su imaginación, levantan losas que siempre
cargaran en la memoria. Los primeros besos, las peleas, algunos juegos de
infancia. Parece que haya pasado una eternidad.
Hubo un tiempo
en el que veías a los verdecillos sobrevolar un cielo azul, un azul intenso que
les hacía cantar. El gris les ha empujado a emigrar hacia el Sur antes de que
el humo les consuma su melodía y de lágrimas sus ojos. ¿Quién pudiese tener
alas y volar lejos de aquí? Otra tierra, otro mar, la oportunidad de sonreír
una vez más. No. No es el miedo a las explosiones ni los gritos desgarrando el
alma, no es el aire de ceniza ni el llanto ahogado de haberte perdido. No es el
deseo de un nuevo hogar, simplemente es querer que todo sea como antes. Sería tan
bonito poder volver y detener el tiempo antes de que el mundo se vuelva loco. Y
su mirada se ensombrece al comprender que la vida no vuelve, que en su hogar
ahora sólo quedan ruinas que se convertirán en polvo, y el recuerdo en
pesadillas. Y con los dientes y los puños apretados, echa a andar en busca del
olvido.
Anda desde cada
rincón del planeta, pues es hijo de todos, refugiándose de la mirada morbosa
del terror, como si fuese un extraño, un intruso que contempla un horizonte
lleno de fronteras, de muros de incomprensión. El silencio invade todo lo que
se aleje de sensacionalismos, y sus huellas se desvanecen sin dejar rastro, frágiles
ya demasiado tiempo pero firmes en el mañana, guiadas por una única voluntad, encontrarte
de nuevo.
Ojalá la
tormenta se disipe de tus ojos, un día mires al cielo y sonrías de nuevo. Jamás
podré comprender qué llevas dentro, qué te angustia, pero déjame caminar
contigo, no pararemos hasta olvidar.
SANTIAGO DE HEVIA
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