Como
cuando el viejo renuncia la mar y la orilla las olas, tímido y desafiante, que
es capaz de darlo todo por un sentimiento, de matar por un ojalá, así me
desprendo de mi corona de rey y mis ropajes de mendigo, del perfume, el barro,
y mis ansias de libertad. Como el barco hundido del pirata, un faro fundido en
la niebla, un otoño sin viento ni melancolía, lo dejaría todo, dejándome
arrastrar desnudo por la aurora boreal, por el canto de las sirenas. Pongo en
venta mis recuerdos, mis deseos fugaces clavados en estrellas, todos mis
pecados mortales, por un solo roce de tus labios. No hay tesoro enterrado, ni
conocimientos desvelados, ni juventud eterna que me pueda iluminar más que tu
sonrisa.
Y
tiemblo soñándote, porque me das vida como a una rosa da sangre el ruiseñor,
porque por tu boca incendiaría Roma, porque sin ti no habría versos sino
palabras enjauladas en papel. Y abandonaría los refugios para ahogarme bajo la
lluvia, sin cuerdas en mi guitarra, sin cimas conquistadas ni batallas ganadas,
olvidando quién lleva mis botas por sentir tu latido, por respirar con tu
aliento y erizar la curvatura de mi alma. Renuncio al mañana, a las miradas, a
los billetes de tren, a los sabores del destino, a sentidos desprotegidos. No
quiero más huidas, ni árboles de baile, ni frío en la nieve, ni arco iris de
color. No quiero silencios que dicen todo, caminos que recorrer, ceros en mi
cuenta, velas por soplar, lágrimas ni mil coronas de nomeolvides. Róbame cada aventura, cada cicatriz, cada huella que
me persigue, y déjame sin mi pero con mi deseo. Como cromos te lo cambio todo
por todo, porque el valor de todo no es proporcional al ser, sino a lo que
necesitamos.
Siento
el deseo de melodías hechas cenizas por un compositor incendiado, de sombras de
cipreses que acarician tus huesos sin poderte tocar, de Pigmalión abrazado a su
fría amada, del poeta sin rima ni sentido común, del niño que se pierde entre
la multitud. Así de necesario es mi deseo, como si diese sentido a todo cuando
nada tiene sentido, como si la única realidad fuera ese sueño. Poder oler tus
besos como quien respira por última vez, queriendo atrapar toda una vida en tan
sólo una bocanada, toda tú en un instante, sin palabras, sin miedos, sin
espacio ni tiempo. Embriágame con tu saliva como si fuese rocío en la madrugada
menos fría y más hermosa, y olvidándome de todo lo que he sido y he perseguido,
me entrego a esos labios, a ese beso, descansando en paz con el convencimiento
de que la locura siempre ganará a la sensatez.
No
hay más arte que el deseo de desearte, de desear el beso que me desgaste los
labios y me deje sin sentido. Y cerrando los ojos como el músico apasionado que
pone alma en cada nota, me aferro fuerte con los pies al suelo, y a un
centímetro del cielo y un infinito de ti, te pido.
Coge mi mano un instante, ven, acércate…
despacio.
No pienses,
¿también lo sientes?…
¿también lo sientes?…
es el vacío sin ti.
Ya no se oye nada…
sólo existimos en nosotros…
y yo ya dejé de existir…
en mí sólo existe deseo
…
deseo de ti.
Santiago de Hevia
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